Desde sus comienzos, Internet se utilizó para transmitirtextos y uno de sus servicios más importantes y de mayor aplicación fue el correo electrónico. La World Wide Web, que surgió como consecuencia de estas aplicaciones, se ha impuesto de tal manera que a menudo se le confunde con Internet. (Sin entrar a analizar esta creencia tan común, el presente artículo hará una clara distinción entre Internet -que es únicamenteun medio de trasmisión- y los contenidos que por él circulan).
A los documentos exclusivamente textuales a los que estábamos acostumbrados se añadieron hace tiempo complejos materiales multimedia. En la esfera de la museística, estos materialesincluyen tanto las imágenes digitales que sustituyen a los objetos físicos como las obras de arte creadas expresamente para el medio electrónico utilizando sistemas digitales.
Más allá de los servicios que presta la red, de todos conocidos, está su capacidad de servir directamente comoinstrumento de creación. Los esfuerzos realizados en este ámbito pueden apreciarse en el desarrollo de lo que ahora se denomina “realidades mixtas” y, volviendo a la esfera museística, en los “museosvirtuales”. La intangibilidad esencial de cuanto circula por Internet ha hecho que a la presencia de los museos físicos en la red se le llame a menudo “museos virtuales”. Sin embargo, la mismaexpresión se emplea para referirse a los museos intrínsecamente digitales, que en muchos aspectospueden ser más complejos que, por ejemplo, las imágenes intrínsecamente digitales.
En términos culturales más amplios, lo mismo se aplica a las bibliotecas virtuales, los archivos, los monumentos o las ejecuciones o interpretaciones virtuales y cualesquiera otras modalidades de la realidad virtual que reflejen un aspecto de la actividad cultural. Muchas de estas expresiones han alcanzado ya cierto grado de aceptación, pero uno de sus rasgos característicos es que es muy probable que su significado varíe de una persona a otra. Esto no tiene mucha importancia en el marco de un debate bien orientado con la participación de expertos.
Pero a un observador menos versado en la materia podría resultarle difícil seguir el hilo de la discusión. Por ejemplo, los dos significados antes citados de “museo virtual”, término que a primera vista parece un concepto unívoco, suscitan fácilmente acaloradas controversias entre los representantes de los museos que tienen una existencia tangible y los de las colecciones de arte digital. Esta situación se complica aún más con los múltiples matices que surgen en el contexto híbrido de los museos físicos pero que figuran en Internet.
La imagen fácilmente identificable de un museo, como edificio de piedra y ladrillo, carece de equivalente en Internet y el usuario esporádico puede extraviarse con facilidad en el laberinto de opciones que le presenta el frondoso paisaje digital. Da la casualidad de que es precisamente uno de los rasgos fundamentales de Internet lo que brinda la posibilidad de reducir considerablemente esa confusión. Aunque su nombre es menos conocido que el correo electrónico o la Web, el servicio que con mayor frecuencia emplean los usuarios de Internet es el Sistema de Nombres de Dominio (conocido como DNS, por su sigla en inglés).
Cada una de los millones de computadoras conectadas a Internet se identifica por una “dirección IP” compuesta de cifras (IP es la abreviatura de “Internet Protocol”). Los usuarios de la red también pueden utilizar esta secuencia numérica para denominar a sus computadoras, si así lo desean, pero desde hace tiempo se sabe que a los seres humanos les resulta más fácil recordar una secuencia ordenada de letras que una de números (las direcciones IP se componen ya de 12 dígitos y pronto aumentarán un 50 por ciento).
Entonces el DNS convierte las direcciones de Web y de correo electrónico en direcciones IP que permiten establecer la conexión con la computadora destinataria. El sistema se inventó para subsanar los problemas a los que se enfrentaban los administradores de la red y no precisamente para facilitar la tarea al entonces reducido número de usuarios más o menos especializados.
Simplemente la lista de computadoras conectadas a Internet había aumentado demasiado y no era posible darle el mantenimiento y la distribución adecuados, por lo que era preciso buscar otra forma de presentar la base de datos. La consecuencia fue que se dividió el archivo único de textos en varios archivos independientes, y la responsabilidad del mantenimiento de cada uno de éstos se confirió a alguien, que adquirió autoridad sobre lo que a partir de ese momento se llamó un “dominio”.
Es importante señalar que las subdivisiones del dominio “dependieron de la autoridad administrativa o los límites organizativos” (no necesariamente en delimitaciones de la red). Entre estos dominios existía una relación jerárquica, y el “espacio del nombre” se organizó de la forma que ahora resulta familiar a todos los usuarios. Esta jerarquía procedía de una sola “raíz”. Por debajo de ésta, había una serie de “dominios de primer nivel”. Cada uno de éstos se designaba mediante un rótulo abreviado, cuya función era facilitar la memorización. Por ejemplo, el rótulo .com se escogió para provocar una asociación evidente con la idea de actividad comercial. Como no había interés en designar explícitamente nada que no fuera un segmento del espacio del nombre de dominio, se evitó de manera deliberada el uso de palabras reales. El ámbito “punto-com” tenía que identificarse como la denominación de un dominio de primer nivel (TLD) y nada más. Había otros rótulos, que ulteriormente se denominaron TLD genéricos (gTLD), cuya única función consistía en facilitar la memorización asociándolos con algún segmento de la actividad humana. Además de los gTLD creados inicialmente en 1984 (.com,.edu y .org), se puso a disposición de los usuarios una secuencia de los llamados “códigos por países de TLD” (ccTLD), para permitir una subdivisión por paises del espacio del nombre de dominio. Los ccTLD se basan en abreviaturas estándar de dos letras, que identifican a los países, como .fr,.se, y .uk. Poco después, se amplió la lista de los gTLD, con la incorporación de .int, .net,.mil, y .gov. A pesar de la vaga correlación entre estas etiquetas mnemotécnicas y la actividad que debían designar, un sector quedó al margen explícitamente de todas ellas. Según el formulario de inscripción que proporcionó InterNIC, que en esa época era la única proveedora de este servicio: “los museos deben inscribirse en los dominios nacionales”.
Sin embargo, los autores de esta directriz carecían de autoridad para velar porque los museos se inscribieran en un ccTLD dado y, en la práctica, esta restricción nunca llegó a aplicarse. A los museos se les permitió inscribirse donde quisieran, con lo que comenzaron a figurar en .com,.edu, .net y .org, así como en los dominios nacionales, donde proliferan por derecho propio. Como consecuencia de esta situación, por mucho que un TLD pueda ser útil al museo que lo escogió, nunca ofrece una indicación directa del hecho elemental de que el dominio pertenece a un museo.El DNS, tal como se concibió inicialmente, funcionó razonablemente bien mientras que Internet se limitó sobre todo a la comunidad de académicos e investigadores. Esta situación cambió rápidamente a consecuencia de dos factores que se conjugaron.
La implantación del buscador gráfico del Web, con su “línea de direcciones”, significó la inclusión de los rótulos de dominio en los nombres más complejos que se asignaban a los documentos y los sitios Web.
Esto trajo consigo que las estructuras mnemotécnicas breves dejaran de ser adecuadas. Al mismo tiempo, la apertura de la Red a la actividad comercial hizo que los nombres de dominio más atractivos empezaran a adquirir valor mercantil.
Pese a que la intención original de sus creadores era que los nombres de dominio no contuvieran expresamente palabras ni de frases, estos nombres comenzaron a estructurarse y utilizarse precisamente como tales. Varios rótulos de ccTLD que por casualidad coincidían con términos de ciertos idiomas o tenían un significado comprensible en éstos, se pusieron a disposición de los usuarios para actividades que no tenían nada que ver con el país en cuestión, por lo que empezaron a funcionar como si fueran en realidad gTLD. La manifestación más negativa de todo esto fue la aparición del llamado “fenómeno punto-com”, cuyo posterior colapso aún se hace sentir en numerosos ámbitos de la actividad económica. En un esfuerzo por modificar el sistema para adaptarlo a la evolución de las necesidades, en agosto de 1996 el autor de la lista inicial de TLD, Jon Postel, propuso una serie de medidas para aumentar realmente el número de TLD. Dado que se había impuesto la práctica ya de utilizar los nombres de dominio como marcas comerciales, durante algún tiempo la demanda de nombres de dominio apropiados y fáciles de recordar había sido superior a la oferta.
Reconociendo que se había adjudicado un valor semántico a los nombres de dominio, aunque esta idea no formaba parte de la propuesta de 1996, pareció que tal vez fuera beneficioso hacer menos estrictas algunas de las normas que limitaban el uso de términos de significado corriente para identificar los dominios. Resulta difícil imaginar las proporciones que cobró la polémica suscitada por la propuesta de introducir nuevos TLD. Nunca fue tan intenso el debate ideológico acerca de la estructura y la aplicación adecuadas de los nombres de dominio.
Se libraron cruentas batallas políticas por el control administrativo de los espacios de nombres y, en particular, de la capacidad de crear nuevos TLD.
La creación de un TLD dedicado específicamente a los museos ocupó un lugar prominente casi desde comienzos del debate. Soslayando ahora los pormenores históricos que se relatarán más adelante, el dominio .museum fue uno de los siete gTLD que se inauguraron en noviembre de 2000; los primeros en los 16 años transcurridos desde la creación del DNS. Y lo que es aun más importante, .museum fue el único de los siete que se concibió expresamente para apoyar una actividad cultural. Pero tal vez lo más significativo de todo sea que fue mirado como una iniciativa experimental, cuyo éxito podría determinar la incorporación de otros dominios similares, con la clara intención de crear un sector nominal dedicado a la actividad cultural en Internet.
Una respuesta inicial clave a la Propuesta de Postel de 1996 fue la preparación de un “Memorando de Acuerdo sobre un Dominio Genérico de Primer Nivel”. Sus signatarios representaban a una amplia gama de intereses internacionales, pero la participación pronto resultó ser un asunto sumamente complejo en el plano político.
Los intereses de los museos pasaron a primer plano gracias al recién creado “Registro de Recursos de las Redes de Museos” (“REMUNERE”). El Consejo Internacional de Museos (ICOM) autorizó al REMUNERE a intervenir en su nombre y respaldó todas las declaraciones que pudiera formular con miras a coordinar las posturas y necesidades de la comunidad museística, a medida que avanzaba el proceso de creación de los nombres de dominio.
El debate general acerca de la ampliación del espacio de nombres de primer nivel comprendió tanto cuestiones de procedimiento como sugerencias de nuevos nombres de TLD. La idea de un TLD de museos suscitó suficiente interés como para ser suceptible de figurar en las propuestas ulteriores, tanto si la comunidad museística desempeñaba un papel activo en el proceso como si no lo hacía.
En cumplimiento de su mandato de promover los intereses de esa comunidad, el ICOM examinó las vías de acción que permitirían al sector sacar el máximo provecho de los cambios inminentes en la estructura del TLD. El ICOM quería asegurarse de que la comunidad museística profesional ejercería una marcada influencia tanto en el proceso de selección como en la administración del dominio, quienquiera que fuese elegido en definitiva para asumir la gestión del TLD de los museos. El ICOM estaba dispuesto incluso a estudiar la posibilidad de pedir autorización para hacerse cargo directamente de la administración de un TLD de museos, pese a la incertidumbre sobre lo que entrañaría esta responsabilidad.
Pese a sus buenos auspicios, la actividad resultante del “Memorando de Acuerdo sobre gTLD” se paralizó de modo tan brusco como imprevisible en el curso del debate. El Gobierno de los Estados Unidos de América retiró la iniciativa de su plataforma comunitaria y, tras una serie de acciones, planteó la necesidad de crear una nueva organización, que desempeñaría determinadas funciones vinculadas con la gestión de Internet y del DNS. En consecuencia, el Departamento de Comercio de los Estados Unidos de América creó, en noviembre de 1998, la “Sociedad para la Asignación de Nombres y Números de Internet” (ICANN).
Uno de los cometidos iniciales de la ICANN fue decidir si era viable la introducción de nuevos gTLD y, en caso de llegar a una conclusión positiva, arbitrar los medios necesarios para seleccionarlos y ponerlos en marcha. En julio de 2000, la ICANN anunció su intención de llevar a cabo esta tarea y solicitó propuestas de nuevos gTLD. En aquel momento -como sucede hasta ahora- cualquiera estaba en condiciones de adquirir un nombre de dominio que contuviera las letras “museo”, sin que esto ofreciera ninguna indicación sobre la índole de la actividad que se llevaba a cabo en dicho dominio. Un museo auténtico y un impostor astuto podrían operar en dominios que por lo similares, podrían ser un factor de desorientación incluso para el más versado de los usuarios.
La posibilidad de que esta confusión se produjese aumentaría con la creación de nuevos TLD, en los que podría registrarse “cualquier cosa relacionada con los museos”. Era evidente que un dominio .museum, reservado a esta actividad, con una carta claramente redactada que estableciera directrices a las que deberían someterse todos los inscritos, contrarrestaría en buena medida esa situación.
No obstante, pese a estas ventajas intrínsecas, si el control del dominio caía en manos de una entidad con fines de lucro, la comunidad museística podría terminar siendo objeto de explotación en otro ámbito de su actividad. Teniendo en cuenta todo lo anterior y en respuesta a la solicitud de propuestas de TLD, el ICOM, junto con el Fideicomiso J. Paul Getty, creó la Asociación para la Gestión del Dominio Museum (MuseDoma), cuyo objetivo era la preparación y presentación de una solicitud para la creación de un TLD destinado exclusivamente a los museos.
La premisa fundamental que suponía la iniciativa era que tanto el público como la comunidad museística se beneficiarían de la creación y el mantenimiento en Internet de una identidad claramente definida para el sector de los museos. La hora de la verdad sobrevino muy poco después cuando el ICANN, en noviembre de 2000, examinó más de 40 solicitudes en las que figuraban unas 160 propuestas de nombres para el futuro TLD. Aunque sin duda sería interesante dar cuenta con lujo de detalles de las presentaciones finales y la evaluación pública de éstas que la Junta llevó a cabo, baste señalar que el término .museum fue el que tuvo mayor aceptación como una de las propuestas más convincentes. Se estimó que la importancia de la comunidad museística para los usuarios de Internet justificaba la asignación de un TLD.
También quedó claro que un valor añadido de .museum sería su capacidad de demostrar que otros sectores de la comunidad cultural merecerían un reconocimiento similar cuando en el futuro se crease un número aún mayor de TLD.
La propuesta formulada en 1996 abogaba por la creación de hasta 150 nuevos TLD, que serían administrados por autoridades recientemente constituidas, cada una de las cuales sería responsable de un máximo de tres dominios. No permitía que las nuevas autoridades se ocuparan de un sólo dominio nuevo: cada una de esas autoridades debería ser responsable de dos o tres dominios.
En ese momento, el ICOM estudió la posibilidad de actuar conjuntamente con otras organizaciones no gubernamentales del sector del patrimonio, a fin de prepararse para la eventual gestión coordinada de una sola autoridad de TLD. En ocasiones anteriores, el ICOM había colaborado con organizaciones afines como el Consejo Internacional de Archivos, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) y la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA). Como algunas de estas organizaciones ya estaban elaborando instrumentos digitales comparables a los del ICOM, la acción conjunta tratándose del dominio parecía también pertinente. El Consejo Ejecutivo del ICOM debatió el asunto en presencia de las demás organizaciones.
El resultado inmediato fue una propuesta que se presentó al comité creado para cumplir los objetivos del “Memorando de Acuerdo sobre un gTLD”. Esta propuesta describía los intereses del sector de los museos y el patrimonio en el proceso de delegación de autoridad en el gTLD.
Como se explicó anteriormente, la propuesta inicial de gTLD fue modificada de tal manera que la acción conjunta por parte de las ONG perdió casi toda su utilidad. El rumbo posterior de los acontecimientos hizo que el ICOM procurase la creación de .museum como punto de partida que podría facilitar la apertura ulterior de dominios como .library, .archive, etc. La idea de realizar una segunda convocatoria para la presentación de propuestas acerca de nuevos TLD se abre paso ya en la lista de prioridades de la ICANN. Por lo tanto, no es en modo alguno prematuro que la comunidad de administradores del patrimonio comience a elaborar estrategias que le permitan participar en las iniciativas que se avecinan. Diversos rótulos nuevos para TLD se han mencionado más arriba, como ejemplo de las orientaciones que podría seguir la acción comunitaria.
Aunque tal vez sea prematuro sugerir una lista específica de TLD con miras a una segunda vuelta, quizá resulte oportuno examinar dos modos de proceder fundamentales que podrían adoptarse. El primero consiste simplemente en que cualquier segmento identificable de la comunidad museística responda como mejor le parezca a la convocatoria de nuevas propuestas. El segundo es llevar a cabo una acción concertada, con el fin de lograr la creación de un conjunto de TLD afines. Además de los aspectos estratégicos, el mantenimiento de la infraestructura técnica necesaria para el funcionamiento de un TLD plantea serias dificultades.
Si todos los TLD de la esfera de la cultura utilizaran la misma instalación de acogida, la tarea de cada uno de ellos se simplificaría. Estas medidas también facilitarían la creación de servicios con valor añadido, como los directorios y los calendarios coordinados de actividades. Los numerosos trámites administrativos y problemas técnicos que ha de enfrentar cualquier organismo que desee crear y hacer funcionar estos nuevos dominios de Internet es un tema de debate que excedería con mucho el marco de esta presentación.
Por lo tanto, dejaré de lado dichos aspectos del asunto para que se estudien en otra oportunidad. Me limitaré, en cambio, a examinar una aplicación de los nombres de dominio que puede ser de especial interés en el contexto de la gestión del patrimonio. Este análisis comenzará con una escueta descripción de las convenciones en materna de denominación elaboradas para .museum.La creación de .museum proporciona una base útil para diferenciar a las organizaciones que llevan este nombre en su denominación de otras como, por ejemplo, las asociaciones cooperativas comprendidas en .coop, o las entidades de la industria aeronáutica agrupadas en .aero (dos nuevas gTLD).
Si el dominio genérico de primer nivel “museum” indica al usuario de Internet que se trata de un museo, sin duda será más práctico emplear los nombres de nivel inferior para diferenciar efectivamente un museo de otro. (Un nombre de dominio está formado por una serie de rótulos colocados en orden descendente según el nivel, de derecha a izquierda: cuartonivel.tercernivel.segundonivel.primernivel). Cuando se alienta a las instituciones que se nscriben a escoger los nombres más explícitos que sea posible, beneficia por un lado al interés público y por otro se genera un amplio espacio nominativo en el que numerosas entidades pueden inscribir las designaciones que escojan.
Por ejemplo, una institución hipotética que fuera ya ampliamente conocida bajo su nombre oficial de “Museo de la Motocicleta de Estavilla” y que actualmente figurase en el dominio de Internet estavillamm.org, podría alcanzar más visibilidad si se inscribiese como estavilla.motocicleta.museum, en vez de limitarse a cambiar su dominio actual .org por el de .museum.
Aunque la mera adopción del principio de “prioridad al que llega primero” para distribuir los nombres disponibles bastaría para reducir los quebraderos de cabeza de la administración de TLD, la política inicial de .museum se orienta a satisfacer dos exigencias simultáneas. La primera es buscar la forma de que un sector lo más amplio posible de la comunidad museística se sienta satisfecho con los nombres de dominio que les corresponden en .museum.
En consonancia con este objetivo, no debe complacerse a un museo asignádole un dominio art.museum si esa decisión desagrada a miles de otras instituciones que podrían aspirar legítimamente a la misma denominación. El segundo requisito es brindar al público toda la información posible dentro de un determinado nombre de dominio. El TLD .museum identifica un recurso basado en un museo auténtico. Sería conveniente que el resto del nombre del dominio pudiera ofrecer al menos un atisbo más específico de la naturaleza de la institución a la que corresponde.
Aunque los nombres inscritos directamente en el segundo nivel resultan atractivos (por ejemplo: miorganización.museum), se han establecido ciertas limitaciones a la utilización de dicho nivel.
Éste se reserva actualmente para indicar la ubicación de un museo, con qué disciplina se relaciona, o algún otro concepto genérico con el que está vinculado.
Aunque estos datos no constituyen el propósito inicial de la restricción, los rótulos registrados que señalan la ubicación, el aspecto genérico y los nexos, con la disciplina de que se trate proporcionan un léxico limitado, que permite establecer un índice de los nombres inscritos en .museum. Existe ya un índice público de .museum que ofrece, por ejemplo, una lista de todas las instituciones que figuran inscritas con el nombre de naturalhistory.museum, si esta denominación se escribe en un buscador de Web. (Invito al lector a que pruebe este sistema dirigiéndose al sitio http://index.museum).
Puesto que un museo puede usar más de una denominación, un hipotético “Museo de Retratos de Villavillorrio” podría inscribirse como villavillorrio.retratos.museum y como retratos.villavillorio.museum, con lo que tendría la seguridad de figurar en cualquier lista que se confeccionase, tanto de museos de retratos como de museos de Villavillorio.
Aunque la aplicación actual no va más allá de la creación de un índice sencillo de los nombres de segundo nivel en .museum, el principio en el que se inspira puede extenderse mucho más.
Por ejemplo, un museo podría tener interés en asignar una identificación específica en la Web a materiales descriptivos de algunas piezas importantes de sus colecciones. Esto daría a los usuarios de Internet un instrumento para reconocer la información que el museo autoriza explícitamente. Utilizando los ejemplos siguientes únicamente a título ilustrativo, una obra ampliamente conocida por su nombre propio podría designarse como monalisa.retratos.louvre.museum.
En otros dominios que comprenden objetos igualmente célebres, podría emplearse la misma estructura denominativa. En el dominio .library, por ejemplo, sería conveniente tener un cartamagna.manuscritos.british.library, para ubicar la Carta Magna en la sección de manuscritos de la Biblioteca Británica. Este método podría ampliarse a todo dominio que incluyera objetos dotados de nombre propio, ya fueran industriales, sociales, científicos, culturales o de cualquier otra índole. También sería posible utilizar la denominación general colecciones.institución.dominio, como base de una catalogación de objetos determinados, y hacer que cada uno de esos catálogos se incorporase inmediatamente en los innumerables servicios de directorios que disponen la información en sentido transversal, sacándola de todos los dominios, según las necesidades del usuario. El ejemplo anterior no es más que el boceto de lo que podría ser una idea interesante.
Sin embargo, basta para indicar que un espacio nominativo regulado, destinado a crear un sector cultural reconocible en Internet, tendría una capacidad de gestión de la información y no sólo sobre los dominios nominales. También podría permitir la identificación de material fiable, relativo a los objetos y documentos que figuran en esos dominios. Aunque es poco probable que esta consecuencia se haya previsto al seleccionar a .museum como una iniciativa con proyecciones futuras, la comunidad museística tiene ahora al menos una pericia que se adapta singularmente bien a la exploración de la potencialidad semántica del DNS.
Uno de los rasgos fundamentales de la profesión museística es que sus miembros son capaces de elaborar sistemas de nomenclatura jerarquizados, que facilitan la ubicación e identificación de los objetos catalogados.
Aplicada en un contexto análogo, esta capacidad de aprovechar al máximo los resultados de la construcción de dominios nominativos podría dar frutos extraordinarios. En sectores afines que se ocupan de la gestión del patrimonio, estas aptitudes también suelen ser muy frecuentes.
Por consiguiente, la actividad cultural tiene un potencial importante, tanto para aprovechar las tecnologías de la sociedad de la información como para contribuir al desarrollo, si no de las tecnologías en sentido estricto, de la utilidad de éstas para el vasto colectivo de sus usuarios. Las dificultades taxonómicas que presentan las actividades antes esbozadas, pueden ser fácilmente resueltas gracias a la competencia de los especialistas en diversos ámbitos de la gestión del patrimonio científico y cultural.
Pocos de ellos estarán familiarizados con los aspectos más complejos del funcionamiento del Sistema de Nombres de Dominio y la gestión de Internet, pero llegar a conocer bien esos aspectos tampoco se halla fuera de su alcance. El reto más estimulante de todos es la oportunidad que brinda la presencia del sector de la cultura en el comienzo mismo de la ampliación del espacio nominativo de Internet. La gestión y la presentación del patrimonio científico y cultural constituyen un aspecto profundamente significativo de la actividad humana.
Las comunidades profesionales competentes no deben perder de vista la necesidad de difundirlo en el ciberespacio. De ningún modo ha de tomarse a la ligera esta invitación a participar en la construcción de la Sociedad de la Información.
Por Cary Karp es Director de Estrategia y Tecnología de Internet del Museo de Historia Natural de Suecia y desempeña una función semejante en el Consejo Internacional de Museos (ICOM).
│MIAPCR MUSEUM 博物館 Musée International d'Art Post-Contemporain en Résistance : Liberté Égalité Museum, museo virtual itinerante de arte miembro oficial del Registro de Museos Argentinos RMA de la Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Republica Argentina - Declarado de Interes Municipal por el Concejo Municipal de Rosario Decreto N° 62.859.